Miguel Delibes pertenece a esa estirpe de escritores que dibujan con la palabra y acarician los sentidos, a veces ásperos y muchas otras veces, quizás demasiadas, taimados en el desdén continuo del destino.
Aún recuerdo en mi adolescencia, suficientemente alejada para no sentir su nostalgia, saborear la lectura callada, pausada en esas tardes de lluvia con olor a tierra fértil y blanda… y me recuerdo con ansia, hundida en el sofá de mi escueta casa, devorando con sigilo esas páginas de prosa perfecta y musicada, apenas, sin artificios de la palabra.
Y vivían en mí, en tiempo presente, ese Niña Chica, ese Azarías revelado en sus pájaros negros de pensamientos simbolizados… con su milana bonita… con aquellas culebras de agua que se nos enroscaban en los miedos de los pies infantiles...
Entonces, bebía de esa inocencia de instintos primarios tan humanos… que apenas el paso del reloj, entre los fríos ajados de los cristales borrosos de agua y de vaho, me hacía altivar la mirada para alejarme de ese libro, que no me trae el aroma del café, pero sí el del momento... Se va… pero su vida se queda engranada, a sangre y fuego, entre los recuerdos de mi extensa "vivioteca" azulada…
Vá por tí, maestro del alma, maestro de la palabra...
Freedom for bad girls
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