16 de julio de 2010

Cuando la muerte llama a la puerta de una mujer


Un millón y mil veces la misma historia, como si de una profecía maldita se tratara, las mujeres son una y otra vez asesinadas bajo la hoz machista sin esperanza.
Se agotan los discursos, los repudios institucionales, se agotan las quejas y la palabra, la educación y la cultura, se agota simplemente la eficacia.
Y yo me pregunto para mis adentros ¿Cuánto vale la vida de esa mujer a golpes de azada asesinada? ¿Cuánto valen nuestras vidas de silencio y calladas? ¿Cuánto las de mis hijas y las de las tuyas, las de tu amiga, madre o hermanas? ¿Cuánto, dime… cuánto? Para poder buscar como pagarlas.

Soy madre e hija a la vez, soy hermana y soy mujer. No quiero ser asesinada, no quiero que me humillen, que me insulten, que me golpeen bajo el látigo tirano del puño o de la palabra.

Quiero vivir libre, sin miedo, con opinión y esperanza. Quiero disfrutar la noche sin tus aullidos al alba. Quiero caminar sola o quizás… acompañada, quiero poder elegir si sueño o canto, si quiero vivir contigo, si quiero levantarme o permanecer acostada. Quiero ser yo, tal y como soy, esencia pura de mujer que ama, disfruta, discute, piensa y trabaja.

Tenemos voz, y contra eso no puedes hacer nada, romperás en mil pedazos nuestro cuerpo pero nunca podrás tocar nuestra alma.

Maldito machista que matas a traición y por la espalda, porque ni honor te quedaba para alejarte y respetarla. Asesino cobarde que necesitaste la hoja de esa azada afilada para arrebatarle la vida a borbotones, a esta mujer ahora callada bajo el peso de la tierra que ahoga sus lágrimas y la guarda…

Un beso para ti, Rafaela, espero y deseo que algún día sirvan de algo mis palabras, deseo que esta muerte tan inútil como despiadada no toque más a la puerta de esas mujeres que ahora son de agua.
Carolina Higueras Moyano
MUJER

12 de marzo de 2010

El alma del castellano, la pureza de la palabra

Miguel Delibes pertenece a esa estirpe de escritores que dibujan con la palabra y acarician los sentidos, a veces ásperos y muchas otras veces, quizás demasiadas, taimados en el desdén continuo del destino.
Aún recuerdo en mi adolescencia, suficientemente alejada para no sentir su nostalgia, saborear la lectura callada, pausada en esas tardes de lluvia con olor a tierra fértil y blanda… y me recuerdo con ansia, hundida en el sofá de mi escueta casa, devorando con sigilo esas páginas de prosa perfecta y musicada, apenas, sin artificios de la palabra.
Y vivían en mí, en tiempo presente, ese Niña Chica, ese Azarías revelado en sus pájaros negros de pensamientos simbolizados… con su milana bonita… con aquellas culebras de agua que se nos enroscaban en los miedos de los pies infantiles...
Entonces, bebía de esa inocencia de instintos primarios tan humanos… que apenas el paso del reloj, entre los fríos ajados de los cristales borrosos de agua y de vaho, me hacía altivar la mirada para alejarme de ese libro, que no me trae el aroma del café, pero sí el del momento... Se va… pero su vida se queda engranada, a sangre y fuego, entre los recuerdos de mi extensa "vivioteca" azulada…
Vá por tí, maestro del alma, maestro de la palabra...

Freedom for bad girls