21 de abril de 2006

Un pequeñajo jugaba a la guerra...

Ayer mismo sin ir más lejos, disfrutaba de una afable tarde de abril en un pequeño parquecillo de mi pueblo, bastante deteriorado por cierto, esperando a que mis hijas salieran de clase. Jugueteando con el móvil, para acallar la desazón que me produce esperar sin tener un libro rezagado entre las manos, llegaron a mis oídos sombrías palabras, levanté los ojos... que no la mirada... y ví como un pequeñajo, de unos 10 años aproximadamente, guerreaba y a la vez insultaba con la expresión “moro de mierda” a otro germen de ser humano que por allí campeaba...
¡Beams and thunders! Osea, ¡Rayos y truenos! Que no ¡Caracoles!.... Pensé...
Me vino a la conciencia una imagen que me ha perseguido durante algunas noches veladas, en ella se veía a “un moro de mierda” junto a otros cuantos, mordiendo la costa andaluza pintada de esperanza, atrapados entre el mar y la arena, con los ojos asustados de muerte y el corazón ebrio de fracasos. Las olas, aguerridas y traicioneras, volteaban los cuerpos sin vida una y otra vez, en un vaiven constante y sonoro de cielos y guadañas...
Cabalgando entre la maraña de miembros inertes, asomaba la cabeza un niño aferrado al cuerpo anónimo de un “moro de mierda” muerto... quizás para no perder el contacto con su vida, o con su pueblo, o con su gente, o simplemente para esconderse... de nosotros, los fantásticos europeos y europeas...

Me paralizaron esos grandes ojos negros, abiertos como puertas, ojos oscuros sin fondo bañados de luna seca, buscando una realidad que no existe, un camino sin retorno del alma... esa niñez ahogada en la orilla de esta triste playa... a veces los recuerdos son tan intensamente dolorosos... que pueden hacerme vomitar...
Otras veces, cuando siento lo que veo y tengo lo que no quiero me dan ganas de llorar, de llorar llanto de pan y de peces para aquellos que ni siquiera pueden ladrar como perros y mendigar esas migajas de sueños por las que ha sacrificado su barata libertad.

Y me pregunto para mis adentros... (que no se entere nadie porque quizás sea éticamente incorrecto) ¿cuántas veces ese niño del parque, ajeno del mundo que sufre sed de vida, habrá oído en su casa “maldito moro de mierda” que vienes a quitarnos el trabajo... muérete en tu país y no molestes más aquí... ?

En este mismo momento, al escribir estas palabras, un escalofrío recorre mi espalda y pienso... o mejor siento...¡Qué pequeña soy, qué manos tan pequeñas tengo para empujar esta mi tierra y acercarla a esas otras tierras que un día, no muy lejano, fueron Españas y Andalucías, fueron Granadas y Huetor Vegas...

Alguna vez leí y ahora comprendo aquello de “Entra en mis silencios si de verdad quieres oír mis palabras”...
Un abrazo virtual para María, una hueteña como yo que me dijo el otro día en una exposición de Mozart... Oye, llevas tiempo sin escribir nada...

6 comentarios:

Diego Cruz dijo...

Bonito y solidario post, Carolina. Ojalá algún día tod@s tengamos mucha más altura de miras y seamos capaces de respetar a cualquier persona, por ser persona, independientemente de su raza, religión o sexo. En ello, desde luego, tenemos que estar todos los progresistas.
Un fuerte abrazo.

Unknown dijo...

Muy interesante reflexión, tal real como la vida misma. Esos comentarios por ti escuchados son más comunes de lo que la mayoría imagina y es vox populi pero si preguntas nadie es racista.

Saludos y un abrazo, compañera.

acicate dijo...
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acicate dijo...

Un ser humano no es ilegal en ningún sitio, sería como pensar que el atardecer de Nairobi o Casablanca es ilegal en Algeciras. Gracias a afirmaciones como las de Acebes la gente identifica al moro, al extraño con el mal....
Quiero vivir en paz

Félix Lavilla dijo...

Reflexión humana, sensible y profunda que fluye con palabras poéticas para llegar directamente al fondo de nosotros mismos.

Un abrazo

Unknown dijo...

Ya quisieran algunos articulistas de la prensa escrita llevar tanto arte en el zurrón. Sólo lo que sale del corazón sin buscar recompensa merece la pena.